Y abrió la montaña rusa…
Andaban hablando los dos loquitos hasta las tantas hace unos días, en realidad no importa el día, lo que importa es que hablaron por tres horas y pico, cosa que lo más seguro solo se hacía cuando existía tatin… Lo bueno de la llamada es que hizo que el fin de semana fuese un poco más rápido… Aunque Simón la seguía extrañando.
Le habían dicho ya a Simón que él no se había ido, que se quedo y de vez en cuando él se da cuenta, porque aunque la distancia importe, hay una conexión entre los dos que es algo un poco especial. El se sorprende con lo mucho que tienen en común, ese odio único a la carne molida no es de cualquier sanano.
Algo que se aguanto mientras hablaban de las cosas que les gustaban de cada uno y porque pensó que lo iba a dejar para el final, pero de repente se despidieron y no pudo. Una de las cosas que más le encanta es que compartieron un besito y tal vez ese fue el momento que Simón decidió quedarse.
Esto pudo haber causado algunos problemitas, pero el sabe que va a dar todo lo que pueda dar y querer todo lo que pueda querer sin hacerla a ella sentir mal. Él quiere que ella se sienta segura con él y que siga derritiendo en sus brazos, aunque ahí los dos se hacen mierda un poco.
Ahora no se sabe lo que espera, pero el joven cuenta los segundos para volver a verla, abrazarla y poder decirle: “No suelo hacer lo que está bien visto. Suelo hacer lo que me apetece…”